Introducción
Un niño nacido en Salto. Cuatro hermanos. Una familia modesta. Un lugar al norte del Uruguay, cuna de inmigrantes.
Entre matas y plantíos, en los fondos de una casa sencilla, se esconde un laboratorio; simiente rústica, fermental, en la avidez de un niño y su pasión incontenible, alma de un científico que hará historia.
Siempre una sonrisa detrás de la mirada, hay algo especial en su gesto, que parece llevarme a lugares en apariencia ambiguos. Más allá del científico, más allá de ese hombre menudo, persistente en la conversación sobre “isótopos”, la energía nuclear y los experimentos químicos, ¿quién está allí...?
Todo su ser parece vibrar por entero en franca resonancia con el universo de la investigación y los hallazgos de la Química. El “otro”, se esconde. Permanece a un lado, siempre con vaguedades; las referencias son escasas, sin merecer de su parte mucha atención.
Habrá que ir entonces de a poco; entre toda clase de policromías. Alternando relatos de la historia de las ciencias, de la historia de experimentos atómicos, de la historia política de ambiciosos gobernantes y prepotentes ministros...; abrirse paso, entre las grietas de algún silencio...
Entonces, tímidamente al principio, resuelta y entusiasta después, una ventana se abre... y un camino de memorias y relatos, de vivencias y reflexiones, nos va llevando hasta ese otro que es también el mismo.
Sus ojos, son la clara expresión de un alma hurgadora. Aunque también traviesa. Un humor cálido y una modestia extrema lo pintan sonriendo cuando me dice: “...venga a ver... Este es mi estudio, ¿ve qué poquitos libros me quedan? ...Los estoy regalando todos. Toda mi biblioteca ya casi se fue por entero, porque, ¿sabe?, me dijeron que a donde yo me voy, ¡no hay lugar para los libros...!”